viernes, 11 de marzo de 2011

Se me enredan las casualidades.

          A veces los humanos nos cegamos. Nos volvemos muy tontos y creemos cosas que en una situación normal no creeríamos. Me refiero a cuando sabemos que no llamará, pero nos quedamos viendo horas el teléfono por si acaso suena. Mientras repetimos "no va a llamar, no va a llamar" y nos vamos autoconvenciendo, y nos llevamos el teléfono a la recámara, al baño, a la cocina, a la sala... Incluso sé de personas que se han quedado en casa por esperar a que el teléfono sonara. Me pregunto, ¿qué parte de mí se ha quedado en esa historia telefónica?. Lo que sí sé, lo que sí sé con certeza es la parte de mí que ha sobrevivido a que el teléfono no sonara. Y es una parte estupenda, por no llamarla difícil. Es la parte que se queda en casa leyendo mientras yo salgo a caminar. La parte que me recuerda todo lo que he vivido y que me a traído hasta aquí. Ha sobrevivido la parte de mí que se arriesga, que camina sobreseguro. Ha sobrevivido la parte de mí que no escuché cuando agarré el teléfono y llamé. Ha sobrevivido la parte que luego me sanciona con un "Te lo dije, te has equivocado" y me ha ayudado a seguir mi camino. Ha sobrevivido mi parte menos mía, esa parte que siempre pone un escalón entre yo y tropezarme hasta tocar el suelo. Un escalón que yo siempre acabo saltando. Un escalón que he jurado mil veces no volver a saltar. Un escalón que volveré a saltar la próxima vez.