jueves, 8 de abril de 2010

Respirar. Sentir. Vivir.

De vez en cuando, en los días de viento, bajaba a través del parque hasta el lago y permanecía allí durante horas, en la orilla, mirando cómo la superficie del agua se agitaba, formando figuras imprevisibles que brillaban sin orden en todas direcciones.



El viento era uno solo, pero sobre aquel espejo de agua parecían miles los que soplaban. De todas partes. Un espectáculo, leve e inexplicable.

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